Aquella mañana amanecí con los bolsillos llenos de cuentecitos, minúsculos como una pulga y dulces como el chocolate.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro durante todo el día, porque cada vez que metía la mano en mi bolsillo aparecía un nuevo cuentecito, sorprendiéndome y haciéndome tantas cosquillas en las manos que lo lanzaba al viento, al instante.
Los cuentecitos se quedaban grabados en mi alma y cada vez que alguien se paraba a escucharme, de mi boca volaban las palabras de una historia que sanaba su corazón.
Cuando estaba anocheciendo, pude observar un montón de palabras revoloteando por el cielo y convirtiéndose en estrellas fugaces, los cuentecitos habian sanado mi corazón, el de otras personas y ahora se extendían por el mundo hacía otros corazones.
A partir de aquel instante supe que tenia que seguir adelante, contando y escribiendo las historias que albergaba mi alma para que otras personas pudieran amanecer con sus bolsillos repletos de cuentecitos que les hicieran sonreír y brillarán en su corazón.
(Cuento inspirado en la formación de Cuentoterapia que estoy realizando)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejarme tus palabras aquí